Hato Mayor, República Dominicana – En un acto que resalta el coraje, la solidaridad y la dedicación profesional, la joven enfermera quirúrgica, obstétrica y neonatal, Isamar Cornelio, oriunda de Hato Mayor, se convirtió en una heroína al salvar la vida de un bebé prematuro en estado crítico. Su decisión de donar su propia sangre en un momento de valentia dejó una huella imborrable en la comunidad médica y en los corazones de quienes fueron testigos de esta conmovedora historia.
La tragedia estaba a punto de desatarse en el centro de salud donde trabaja, cuando un bebé prematuro, cuya situación era sumamente grave, necesitaba con urgencia una transfusión de sangre. La falta de suministro en el banco de sangre y el tiempo apremiante ponían en riesgo la vida del pequeño. Fue en ese preciso momento cuando Isamar, con un acto de valentía inquebrantable, se ofreció a donar su propia sangre. «No había sangre para mi paciente prematuro y la doné», relató Isamar en exclusiva para el periódico digital Viralatoa, dejando en claro el profundo compromiso y sacrificio que la define como profesional de la salud.
Isamar Cornelio, quien también trabaja en la Clínica Libertad y en el Hospital Materno Infantil Nuestra Señora de la Altagracia de Higüey, se destaca no solo por su habilidad en el ámbito médico, sino por su vocación de servicio hacia una comunidad diversa. Al aprender el idioma criollo por iniciativa propia, Isamar ha logrado brindar una atención cercana y personalizada a pacientes haitianos, respondiendo así a la creciente necesidad de un servicio de salud inclusivo y de calidad.
El heroico gesto de Isamar no solo subraya su compromiso con la vida y la salud de sus pacientes, sino que representa un verdadero testimonio de humanidad, empatía y dedicación. Su ejemplo ha dejado una marca indeleble, inspirando a otros profesionales de la salud y a todos los dominicanos a seguir su ejemplo de servicio y sacrificio por el bienestar de los demás.
En tiempos donde la solidaridad es más crucial que nunca, Isamar Cornelio se erige como un símbolo de esperanza y compromiso, recordándonos que, a veces, el valor se encuentra en los gestos más sencillos, pero profundamente significativos.